Julia Alvarez Iguña

Julia Alvarez Iguña

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El que se calienta....pierde

21 de febrero de 2013



El golf es un juego lleno de errores impredecibles. Viento, agua, fuera de límites, desafortunados piques, frondosos árboles, interminables bunkers, son todos elementos que continuamente van apareciendo. Ninguno falta a la cita, ellos son los enemigos ocultos del golf.  Por eso decimos que se juega contra la cancha y contra uno mismo.

La mayoría practican, toman clases, compran infinidad de libros de golf, cambian palos, permanecen pegados a Golf Channel esperando ese tip milagroso que los acerquen a la buscada verdad.
Pero a la hora de jugar, se olvidan de todo. Los embarga una laguna mental y, ante tantos pensamientos, se bloquean y la presión rompe el juego.

El error siempre está ahí, esperándote. La cuestión es qué hacemos con el error. Lo superamos, o nos supera, lo aceptamos, o peleamos contra él. El juego no se puede controlar, pero si la actitud del jugador. Ante el fracaso de un tiro, es importante poner la mente nuevamente en su lugar, en la concentración y en la seguridad de nuestro siguiente objetivo, de nuestra técnica, de nuestra manera de jugar.

Dejar que el resultado domine tu reacción es una respuesta pasiva. El golf está siempre manejando tu autoestima. Por eso es tan apasionante. Nos sale un muy buen tiro, nos ponemos contentos, y pensamos ¡qué bueno que soy!… Pero, si el siguiente no se repite, ¡qué malo que soy!

Uno no es bueno o malo de acuerdo al tiro. Uno es un buen jugador que realiza tiros buenos y malos. ¿Estamos? Uno debe aceptar con una buena actitud su manera de jugar, su concentración y capacidad de recuperación. Cuando trabajo con golfistas, más allá que el resultado haya sido bueno, se sientan y comienzan a contar todos los tiros malos que realizaron. ¿Y los tiros buenos? ¿No cuentan? ¿Por qué somos tan negativos? Un jugador no es un número arriba o debajo de una lista, de un corte o del ranking: es una persona.

Cuando tu autoestima está relacionada al resultado, surge una superficial relación tanto con la vida como con el juego. La mayoría de las personas buscan la auto-confianza y el auto-respeto en todas partes menos dentro de sí mismas, y menos en una cancha de golf, cuando las cosas no salen bien. Por eso fracasan es su búsqueda. No se dan la oportunidad de demostrar que sí pueden, que todos esos miedos son fantasías de la mente como defensa ante el miedo o vergüenza ante el “horror” de un tiro.

El buen jugador se compromete con su juego, tiene sueños, tiene metas, tiene voluntad y motivación para alcanzarlos.  No le importa si un hoyo juega bien o mal, ya que su mente está centrada en el proceso, no en el resultado. Tiro jugado, tiro olvidado. Toda su concentración está en el ahora del juego.

El golfista también tiene que tener su personalidad, una guía a quien seguir, y no ser un jugador esponja, que cambia constantemente queriendo corregir su swing, escuchando los consejos del día de aquellos que se acercan cuando uno practica. No se puede jugar en dos puntas porque terminás mareado.
Para  progresar debes ser más independiente, seguro en las propias decisiones, jugar por tus convicciones, rodearte de buenos profesores
que te den sustento a tus necesidades. Todos podemos ser buenos jugadores, el talento no se puede medir, se puede adquirir. Es una mezcla de cuerpo y mente puestos al servicio del juego. No sabemos cuán talentosos somos, pero podemos poner toda nuestra energía en conseguirlo.

Julia Alvarez Iguña