Julia Alvarez Iguña

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Tiger Woods, entre el control y la adicción

1 de abril de 2010


Luego de Michael Douglas, Bill Clinton, esta vez le tocó el turno a un deportista y nada menos que a Tiger Woods pasar por una de las enfermedades menos confesadas y visibles como es la adicción al sexo.
La adicción es toda conducta contraproducente que un sujeto no puede detener generando complicaciones en su vida y en el trabajo.
¿Porque Tiger Woods, teniéndolo todo cayó en una adicción?

Tiger es una persona acostumbrada a no mostrar sus sentimientos, a bloquear todo tipo de pensamientos y a mantener las emociones bajo control cuando juega, exactamente para todo lo que ha sido programado en un deporte de alta competencia. Esto crea un gran vació emocional, no pudiendo conectarse con las emociones de la vida diaria y que con el tiempo se transforman en alguna patología, en este caso adicción al sexo.
En el sexo se busca la gratificación inmediata a una necesidad que ofrece la promesa de placer y alivio temporáneo para su dolor psíquico y ansiedad. Para muchos, el sexo es un placer, pero para otros una gran adicción. A medida que pasa el tiempo se transforma en un trastorno difícil de controlar. Ya no se trata de una cuestión de voluntad, rasgo superdominante en Tiger, ya que la enfermedad que se sufre se encuentra oculta en su interior.

Todos nosotros recurrimos a ciertos comportamientos de tipo adictivo cuando nos encontramos sobrepasados, estresados, con poca capacidad para buscar en nosotros mismos una respuesta adecuada a nuestro dolor. En tales circunstancias tendemos a comer o beber más de lo habitual, tomar medicamentos, fumar excesivamente, con el objeto de bajar la carga de excitación psíquica que nos domina. Podríamos pensar que estas conductas solucionarían momentáneamente nuestros conflictos psíquicos. Pero este mismo funcionamiento se torna patológico cuando aparece como la única y sola manera de enfrentar y solucionar el dolor mental o la sobreexcitación, una persona “normal” encontrara nuevas respuestas en su Yo y en el mundo aprendiendo a tolerar el dolor sobreponiéndose a sus conflictos, el adicto lo encontrara en el exceso de acción, en tanto el deprimido en la imposibilidad de actuar y reprimirse sobre sí mismo.

El sujeto se siente obligado a jugarse en su desenfrenado impulso, no siendo capaz de controlar su acción a pesar de tener buenas intenciones. Hablamos de compulsión: una acción que se debe realizar más allá de lo que el sujeto querría hacer. Pero no se puede contra esa fuerza y se debe someter a su mandato, una que obliga y la otra que se niega.
Surge la búsqueda de obtener todo lo que se quiere, la necesidad de afirmarse mediante un donjuanismo patológico en la búsqueda del placer inmediato como un mecanismo para eliminar tensiones, en una necesidad de apoyarse o fusionarse con otro como un recurso para aliviar estados afectivos dolorosos
La pregunta que uno se debe formular es cómo y por qué surge la compulsividad.
La hipótesis que planteo en este trabajo es que la compulsividad surge siempre provocada por la angustia. Sobresale la sensación de vacío interior, de pérdida de los límites propios, de baja en la autoestima, de terror paralizante, etc. La promiscuidad es desesperación. Es angustia que no puede ser tramitada sino por medio de la destrucción al enfrentar situaciones de alto riesgo donde es el peligro mismo el que está erotizado

Hoy en día, es muy fácil encontrar placer en un mundo donde el sexo está siempre presente, tanto socialmente como en los medios de comunicación.
Se busca la trasgresión, ir más allá de los límites, y la búsqueda continua del desafío, de encontrarse con sí mismo, la burla de la Ley, la búsqueda de límites.
Recuperarse de una adicción demanda interrumpir las conductas habituales. Es cambiar un estilo de vida más centrado en la reflexión, en sus necesidades emocionales y creencias. Aprender a actuar y a manejarse con una nueva actitud para poder cambiar ese “mal-estar-interior”.

Y Tiger tocó fondo y quiere parar. Demostró su vulnerabilidad, pidió perdón con su rostro afectado. Seguramente le tomará tiempo encontrarse nuevamente con la adrenalina de la competición.
Más allá del golfista, del hombre de hielo, de la máquina de ganar torneos y millones, del caballero mesurable, apareció el hombre vulnerable, herido y arrepentido. Esperamos su redención y una segunda oportunidad.

Julia Alvarez Iguña

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